LA REVOLUCION ORIENTAL

El PROCESO REVOLUCIONARIO 1811-1813

1.       1810 y la Revolución de Mayo
El 25 de mayo de 1810 queda instalada la Junta de Mayo. La formación de la misma representa una ruptura en el orden jurídico político: el Virreinato había desaparecido y en su lugar, el poder quedaba en manos de una junta criolla.
La reacción españolista no se hizo esperar. Surgieron por todo el territorio del recientemente disuelto virreinato, diversos focos antirrevolucionarios, entre los que se desatacaron Córdoba, Paraguay, Alto Perú, y Montevideo.
En lo que refiere a este último, la Junta porteña intentó cierto acercamiento con las autoridades montevideanas de la cual buscó su  reconocimiento. Pero  Montevideo, reducto fuerte del españolismo, fiel al monopolio y al Consejo de Regencia, recién instalado en Cádiz., se negó.
A partir de entonces, se libró una feroz lucha entre la ex capital virreinal, ahora revolucionaria (BsAs) y la gobernación de Montevideo, por imponer su voluntad en la campaña oriental, bajo un enfrentamiento que se midió desde lo jurisdiccional hasta la fuerza.
Finalmente, Montevideo logró unificar la Banda Oriental bajo su autoridad, en una campaña que requirió un importante despliegue de fuerza militar y violencia, mediante la cual consiguió que todos los territorios ahora en su poder juraran fidelidad al Consejo de Regencia español. Pero estas actitudes sumado al constante  patrullaje de la zona así como también al importante aumento impositivo para mantener tal andamiaje y al cierre de los puertos orientales a los barcos porteños, comenzaron a acentuar el hasta entonces tímido malestar de hacendados y comerciantes criollos de a Banda Oriental.
En efecto, no era novedad que la actitud de las autoridades españolas frente al problema del “arreglo de los campos” había dejado que desear para el conjunto de hacendados y latifundistas orientales. Como si fuera poco, la situación de “estado de guerra” que había provocado el estallido de la revolución en la vecina orilla, había colocado a Montevideo en la necesidad de recaudar fondos y militarizar la región, a costa del esfuerzo humano y material de la campaña oriental. La disconformidad en el medio rural era creciente y no tardaría en ser aprovechada por los dirigentes revolucionarios.

2.       La admirable alarma… estalla la Revolución en la Banda Oriental.

En enero de 1811, Montevideo se convirtió en la nueva capital del Virreinato, con Elío como Virrey, quien no tardó en declararle la guerra a Buenos Aires (12 febrero 1811).
Tres días después Artigas desertaba del Cuerpo de Blandengues y ofrecía sus servicios a la Junta de Buenos Aires, para entonces Junta Grande, ya que había incorporado delegados del resto de las provincias del ex Virreinato.
En la estrategia revolucionaria dirigida desde Buenos Aires entendía que la victoria sobre Montevideo, uno de los reductos más significativos del españolismo y la flota más importante del cono sur, era fundamental. Para ello se hacía vital conseguir la adhesión de la campaña oriental a la causa revolucionario. Y como ya lo había anunciado Mariano Moreno en su “Plan de Operaciones” la figura de Artigas, resultaría clave a la ahora de despertar y encauzar hacendados y masas populares a la lucha contra el español.
Pero no fue precisamente Artigas quien prendió la chispa inicial que dio origen al estallido revolucionario de este lado del Uruguay. Sino que fueron Pedro Viera y Venancio Benavides quienes el 28 de febrero de 1811 se levantaron contra España en el llamado Grito de Asencio. Según los autores Melogno, Bruschera y Reyes Abadie, el “Grito de Asencio” como hecho militar tuvo poca identidad. El movimiento fue visto por Artigas como un alzamiento de pueblo desvalido y vecinos establecidos de buena suerte.
A partir de entonces se dio inicio a una serie de insurrecciones en diversos puntos de la campaña, evidenciando así que la revolución había llegado a la Banda Oriental. A este despliegue de levantamientos revolucionarios se le llamó “admirable alarma” y se caracterizaron por ser movimientos espontáneos e inorgánicos que brotaron por las distintas regiones de la campaña. A estos se sumaron los enviados de BsAs, con la intención de encausarlos y dirigirlos hacia la victoria sobre Montevideo. Entre ellos estaba José Artigas que desde su Cuartel General de Mercedes lanzó su Proclama por la cual alentaba al pueblo a unirse a la revolución.
Lo que debemos destacar en esta instancia es la fuerte presencia directriz de la Junta de Buenos Aires, como rectora de la Revolución. En este plano, la Junta centraliza el marco de operaciones militares que pretenden hacer triunfar la revolución en el Plata. Con este motivo, nombra a Artigas Jefe de Milicias Orientales. Esto implica que, haciendo uso de su experiencia y trayectoria, Artigas debe reunir un ejército informal (no profesional) que, siguiendo los lineamientos de Buenos Aires, marcharan contra el foco españolista. Hasta el momento, no encontramos en Artigas una propuesta ideológica en relación a un proyecto político o económico de la región, sino que simplemente adhiere a las ideas revolucionarias de libertad y muerte a la tiranía española. 
En relación al cuerpo miliciano que logró reunir, es interesante destacar su composición policlasista, dada la heterogeneidad de intereses que se conjugaron como adhesión a la causa revolucionaria. Más precisamente, fue el propio Artigas quien acuñó la expresión “Ejército Nuevo” para designar al conjunto de hombres que conformaron la revolución oriental. .
Según Agustín Beraza el mismo es un ejército de variada composición social, animada bajo un sentimiento espontáneo de lucha contra el régimen hispánico. En él se reflejan intereses y motivaciones particulares de cada grupo:
-          Para los hacendados, por su convicción de capacidad de gobierno, el interés por el libre comercio.
-          Para los curas patriotas, la defensa de los principios tradicionales cuya teoría jurídica consagraba el derecho de que el poder se retrovierte al pueblo.
-          Para los tapes, paisanos, negros, zambos, hombres sueltos, … el odio al godo, despojo del dominio de la tierra, la altanería patronal, la policía que persigue encarcela y mata, para todos era la justicia opresora que impone por la fuerza.
Es un movimiento que encuentra un factor de unión en esa lucha contra el régimen amurallado de la ciudad puerto. Cada división criolla constituía de por sí una entidad social propia, una especie de comunidad, bajo una integración vertical, cuya médula era el prestigio, la confianza y el pacto tácito al caudillo.

La revolución en la Banda Oriental  pretendía avanzar sobre tres frentes estratégicos: Colonia, Maldonado y Montevideo.
Bajo este objetivo, se fueron apoderando de los distintos pueblos de la campaña, de manos de Benavides, Manuel Antonio Artigas y otros. Estos progresos revolucionarios convencieron a Elío de realizar una acción militar decisiva en Las Piedras visto la amenaza preeminente de que Montevideo quedara encerrada tras sus muros.
Por eso aumentó sus fuerzas en Montevideo con efectivos de marina y milicias al mando de José Posadas a quien  le fue ordenado establecer su cuartel general en Las Piedras para esperar a los revolucionarios.
Pero el desenlace fue otro. El 18 de mayo de 1811, el ejército al mando de José Artigas derrotó a los españoles al mando de Posadas. Esta fecha ha sido inmortalizada en la Historia Nacional como símbolo de la heroicidad y genialidad del estratega militar que hizo posible tal victoria: José Artigas.
Sin embargo, los documentos no muestran cuanto hay de mitológico en este hecho. Las fuentes históricas nos reflejan que poco de genialidad hubo tras el triunfo en Las Piedras. En realidad, los documentos manifiestan que una serie de circunstancias poco fortuitas para los españoles llevaron a su derrota aquel 18 de mayo. La primera de ellas tiene relación con la composición del ejército de Posadas. Para empezar, los soldados españoles pertenecían a los cuadros de marina de guerra y no a la infantería regular del ejército, por lo que el combate en tierra, hombre a hombre, no era su fuerte. De esta manera las tropas carecían de oficiales preparadas par organizar el combate. A su vez, la presencia de “presos” y  criollos de dudosa adhesión a la causa españolista, volcaban la balanza a favor de los orientales, ya que la insubordinación y la falta de disciplina en el ejército “español” fue muy común. Por otra parte, las condiciones climáticas jugaron un papel preponderante en el desenlace, ya que dados la presencia de abundante lluvias y temporales los días previos, tanto el terreno como las mismas tropas, se habían visto sumamente afectados. Fue así como sin alimentos y plagados de enfermedades, cantidad de los hombres de Posadas, fueron enviados al Hospital de la Caridad en Montevideo, no llegando nunca sus reemplazos.
Como la Historia se construye con “memoria” y “olvido”, la historiografía tradicional, ha querido construir una imagen de Artigas y del 18 de mayo, como momentos cargados de heroicidad y patriotismo, del héroe  de una patria que no existía. Es así como, según Eduardo Acevedo, la victoria de las Piedras constituyó el más hermoso triunfo moral de Artigas, quien exigiendo su tan famoso “clemencia para los vencidos”, produjo una innovación en la orientación de la guerra ya que en el aquel entonces no era de costumbre tomar prisioneros. Sin embargo, las fuentes también revelan los maltratos e insultos por parte de las fuerzas orientales sobre los prisioneros españoles, siendo estos remitidos a 400 leguas a pie bajo uno de los inviernos más rigurosos de la época, casi sin ropa, muchos desnudos, la mayor parte golpeados y casi sin comida. … La Historia Oficial, visión construida bajo las miradas de los discursos del poder, está llena de olvidos.

En lo que respecta al proceso revolucionario, el 18 de mayo tuvo relevancia ya que acompañada por los otros triunfos de los otros caudillos (Benavidez en Colonia y Francisco Manuel Artigas en Maldonado), la campaña oriental quedó bajo el dominio de los revolucionarios.
En este sentido, la Junta de Buenos Aires explotó de forma simbólica la derrota de Posadas, utilizándola como propaganda revolucionaria, en medio de los sucesivos fracasos que sus ejércitos estaban teniendo en el frente norteño (Alto Perú).
El ejército artiguista avanzó sobre Montevideo, y el 20 de mayo de 1811, estableció sus líneas y campamento, sitiando a la ciudad. Quedaba así constituido el Primero Sitio a Montevideo. Dos días después, habían empezado a desplazarse las fuerzas  porteñas al mando de Rondeau desde el Cuartel General de Mercedes, llegando al sitio el 1º de junio, estableciendo su cuartel general en Arroyo Seco. La línea sitiadora se estableció con un frente que iba desde Punta Carretas hasta el Arroyo Miguelete, pasando por Tres Cruces y Arroyo Seco
Como toda ciudad sitiada, los problemas de abastecimiento no tardaron en aparecer. La tradicional conexión campaña-ciudad puerto había sido quebrada por las líneas sitiadoras. A Montevideo solo le quedaba su salida por mar. Cuando se acabó el pan,  la carne y el tasajo, hubo que recurrir al tasajo  destinado a la exportación que se encontraba en las bodegas de los barcos en la bahía. La solución vino de fletar barcos a la costa brasileña para obtener víveres, que llegaron con normalidad recién al levantarse el sitio. Luego de esto se resolvió la venta libre de carne que podía ser introducida por cualquier sujeto. En noviembre se dio en remate el derecho de abastecer la plaza, pero se estableció los precios a que debían venderse los artículos. Fue muy común también organizar partidas que salieran a recolectar trigo en los aledaños A su vez, se desplegó toda una campaña antirrevolucionaria para “purificar” los elementos simpatizantes de la subversión. Se expulsó a prisioneros, a familias e incluso a los Padres Franciscanos, acusándolos de “antiespañolistas”. Elio había implantado la persecución política, de la cual no tadró en sacar provecho económico, al ser requisados los bienes y  víveres de las personas que se fueron de la ciudad.
Paralelamente a este problema del abastecimiento, se encontraba  el del fisco. Cuando se agotaron las remesas enviadas desde el Alto Perú (el otro foco españolista), sólo quedó el patriotismo de los montevideanos, que aunque estuvieran dispuestos a resistir, se les hacía cada vez más imposible, ya que la ciudad  estaba paralizada y el comercio en quiebra. A esto se le sumó el entumecimiento del puerto, sufriendo un grave descenso de los ingresos obtenidos por la aduana, que a partir de mayo tuvo un tránsito casi nulo.
Elío, luego del intento fallido por establecer conversaciones con Buenos aires,   pidió ayuda al jefe de la estación naval británica en el Río de la Plata, pero no obtuvo respuestas. Entonces se dirigió al Capitán General de Río Grande Diego De Souza, pidiendo el apoyo de sus fuerzas. Autorizado por la corte de Río, el ejercito pacificador invadió el territorio el 18 de julio. El primer objetivo era Santa Teresa a donde llegaron el 5 de septiembre, antes de esto tomaron  Melo el día 23 de agosto. El 7 ocuparon Rocha; el 10 de octubre llegaron a San Carlos y luego se instalaron en Maldonado. Ya desde Santa Teresa se habían mandado fuerzas hacia el centro y el litoral para preparar al ataque contra el ejército sitiador de Montevideo.
La presencia de Diego de Souza en la frontera con Portugal, se advertía desde febrero de 1811. Ya para estas fechas Carlota Joaquina había enviado un ofrecimiento de auxilio a Elío, quien acertadamente desconfiado, lo había rechazado.
Sabido era que Portugal pretendía estos territorios desde los tiempos de la conquista y colonización del Río de la Plata, habiendo violado en varias oportunidades los Tratados de Límites respectivos entre los dos Imperios. Desde las arreadas y vaquerías de los bandeirantes hasta la fundación de Colonia del Sacramento, esta pretensión había quedado clara. La Banda Oriental representaba el “límite natural” del Brasil; rica en pradera y ganado, conformaba un espacio ideal para abastecer las estancias riograndenses, al mismo tiempo que, por su ubicación geográfica otorgaba el control al acceso fluvial del Plata, así como también ofrecía una salida marítima para las mercaderías del Matto Grosso brasileño.
De ahí los sucesivos intentos por avanzar sobre estos territorios. Pero con el traslado de la Corte portuguesa a Rió de Janeiro, y la prisión de Fernando VII, otra posibilidad se había abierto dado que Carlota Joaquina (esposa del Rey de Portugal) era la hermana de este último, y ante la ausencia del mismo, ella podría quedar como regente, conformando algo así como una “gran virreinato portugués-español”.
Conocedor de este marco, Elío había rechazado los diversos ofrecimientos de ayuda. Pero la derrota en Las piedras y el establecimiento del Sitio, cambiaron su postura.  Presionado por las circunstancias, y fracasadas la vía de negociación tanto con Buenos Aires como con Inglaterra, se vio forzado a recurrir a la invasión portuguesa.
Pero no fue esta su única medida. Como forma de presionar a la Junta Porteña, el 15 de julio de 1811 una escuadra montevideana, bombardeó Bs. As. bloqueando su puerto y el acceso al Paraná y al Uruguay.
En julio de 1811 la situación para los revolucionarios se tornaba comprometida. Por un lado, sucesivas derrotar en el Alto Perú dejaron abierto el camino al Tucumán para la contraofensiva del ejército español. A su vez, los ejércitos de la Banda Oriental se veían amenazados por la invasión  portuguesa que avanzaba hacia el sitio de Montevideo y pretendía “cortar” todo tipo de comunicación a través del Río Uruguay. A todo esto se le sumaba las pérdidas monetarias por conceptos aduaneros y de tráfico comercial que implicaba el bloqueo montevideano al puerto de Buenos Aires.
Fue en este marco que, dadas las circunstancias, la Junta decidió comenzar tratativas de un “cese al fuego” con las autoridades montevideanas.
Las noticias de que estas conversaciones entre BsAs y Mdeo con miras a un tratado de paz, fueron planteadas por diputados porteños al ejército sitiador, en setiembre.
Con la llegada de la comisión al frente sitiador, y luego de su trascendencia publica, los autores Melogno, Reyes Abadie y Bruschera afirman que se produjo un malestar contra la Junta tanto de las fuerzas artiguistas como dentro del ejército porteño por su oficiales superiores (ante las anteriores gestiones de pacificación). 
Carlos Anaya fue testigo presencial de los hechos, y en “Memoria”, relata que luego de la comunicación del malestar a los representantes, se decidió el llamado a una Junta de vecindarios en el Cuartel General, en la Panadería de Vidal (la cual, según estudios del Dr. Luis Bonavita en “Aquí dictó Artigas las instrucciones” Suplemento de “ estaría ubicada entre las actuales calles de Lorenzo Fernández, Pedernal, Joaquín Requena y Yaguarí). La convocatoria fue hecha por Rondeau, y se llevó a cabo el 10 o el 11 de septiembre, por parte de los vecinos más respetables del país (cerca de 100).
Según esta crónica se puede dilucidar que los orientales estaban decididos a sostener el sitio a Montevideo, mientras que el ejercito porteño salía a enfrentar la invasión portugueses. Según otra fuente, “Memorias” de Cáceres, fue el propio Artigas quién pretendía hostilizar a los portugueses y españoles a un mismo tiempo. Según Reyes Abadie, Bruschera y Melogno,  es improbable que los orientales hayan ofrecido mantener solos los dos frentes más aun cuando todavía confiaban en que el gobierno de Bs. As. retrocedería en sus propósitos.
Para muchos historiadores esta primera asamblea reviste un carácter sustancial en el proceso revolucionario, ya que la misma implicó “la génesis de la orientalidad” donde  “el vecindario en armas, exteriorizó su voluntad colectiva, señaló su conducta y reclamó sus derechos (“El Ciclo Artiguista”, pag. 187). En este sentido, los orientales dejaron de ser una entidad militar, para comenzar a tomar decisiones políticas, haciendo uso por primera vez de su soberanía como pueblo. 
Sin embargo, sus voces no serían oídas por la Junta porteña que para entonces se estaba desintegrando, ante la conformación de un Triunvirato que cumpliría de ahora en más el papel de centro rector de la revolución.
Cabe destacar que el surgimiento de esta autoridad de tres miembros (triunvirato) como gobierno revolucionario, refleja la progresiva centralización del poder político que Buenos Aires viene asumiendo como directriz de la revolución. La desaparición de la Junta Grande, un gobierno compuesto por delegados del resto de las provincias, y su sustitución por un gobierno tripartito porteño, muestran el interés por focalizar el conjunto de las decisiones políticas desde la antigua capital virreinal.
Resulta por demás evidente que bajo tal efecto centralizador, la tímida audacia de la autonomía oriental en la Asamblea de Setiembre, no encontrase su lugar junto al triunvirato. De hecho, fue precisamente este último quien culminó las negociaciones de paz con Elio y dio ámbito a la firma del Armisticio definitivo, el 20 de octubre de 1811. La negociación se dio bajo la diplomacia británica con la conducción de Lord Strangford. Inglaterra, cautelosa y hábil, lograba no  comprometer el apoyo español en la lucha contra Napoleón, mientras que, al mismo tiempo, se aseguraba el libre comercio a los súbditos británicos.
Entre las disposiciones del Armisticio, se destacan las siguientes:
·         El gobierno porteño reconocía a Fernando y sus sucesores, y a las autoridades del Consejo de Regencia
·         Montevideo  reconocía al gobierno bonaerense
·         Elío se comprometía a levantar el bloqueo de Bs. As. y ríos interiores y gestionar el retiro de las tropas portuguesas.
·         Bs. As. se comprometía a levantar el sitio de Mdeo. desocupando la Banda Oriental. Ésta y los pueblos de Arroyo de la China, Gualeguay y Gualeguaychu (Entre Ríos) quedarían sujetos al gobierno de Montevideo.
·         En caso de invasión de potencia extranjera, se comprometían a ayudarse recíprocamente.
·         Ambos se comprometían al cese de las hostilidades y la amnistía general: devolución de prisioneros, bienes y esclavos, restablecimiento de comunicaciones y comercio, derecho a todo buque a entrar y salir de ambos puertos.

Antes de la firma del tratado definitivo, un delegado porteño llega al Sitio de Montevideo con el borrador de las negociaciones (tratado preliminar). Conocida su presencia los orientales  solicitan, por intermedio de Artigas y Barreiro, la formación de una nueva Asamblea la que es convocada por Rondeau, en acuerdo con el delegado porteño, para el día 10 de octubre, en la Quinta de la Paraguaya. Los orientales  manifiestan que su voluntad general es que no se llegue a la conclusión de los tratados sin su consentimiento; hecho que será desoído nuevamente por las autoridades porteñas. Por esto, finalmente los orientales deciden levantar bajo protesta el sitio, solo con el objeto de tomar una posición militar más ventajosa para esperar a los portugueses, y nombran a Artigas como el General en Jefe para proseguir la guerra (investidura que cobra contenido sociológico); rechazan rotundamente el armisticio de octubre, y afirman la continuación de la guerra.
Cuando  el Armisticio es ratificado el 23 de octubre, el ejército oriental, en plena desmovilización,  se encontraba en San José en el Paso de la Arena. Aquí se produce una gran conmoción por la noticia organizándose una Asamblea espontánea. Adquiere significación la declaratoria de General en Jefe cuando el pueblo repudió al armisticio, resolvió continuar la guerra por sí y decidió abandonar el suelo patrio. Para muchos historiadores, surgió así a la vida política una entidad social en los primeros actos de ejercicio de su soberanía, autoconciente de su destino, como diría Bauzá “el pueblo reunido armado”.
Artigas fue designado por el triunvirato teniente gobernador del departamento de Yapeyú (Misiones), hecho que dirigió a este último a trasladarse con sus fuerzas hacia el norte. Esta marcha se convirtió en un movimiento de emigración  de todo el pueblo, que los paisanos llamaron la “redota” (derrota), y que Clemente Fregeiro denominaría “el Exodo del pueblo oriental”. El mismo Artigas lo trató de evitar, argumentando que el pueblo enlentecía su obrar y retardaba su marcha, no los abría admitido sino fuera porque ellos vinieron hacia él. Marcharon hacia la desembocadura del Ayuí, cruzando el río Uruguay  el 10 de diciembre a la altura del Salto Chico, donde permanecieron hasta fines de septiembre de 1812.

3. El camino de la escisión del Artiguismo hacia el interior de la revolución. (1812-1813)
La gravitación creciente de los intereses porteños en la conducción de la revolución cambiaria la relación entre estos y Artigas. Buenos Aires, a pesar de promover una postura liberal y revolucionaria, no abandonaba el concepto de centralismo omnipotente que permitían perpetuar su papel hegemónico en la región. Por consiguiente veía en toda expresión de autonomismo un ataque contra la integridad nacional y su proyecto. Esto era precisamente lo que precozmente había esbozado Artigas y su ejército en las Asambleas Orientales. En el ejercicio de su soberanía, aunque todavía obedientes a las órdenes jerárquicas militares porteñas, los orientales, tal vez sin proponérselo, habían  cuestionado los principios centralistas del gobierno bonaerense.
Sin embargo, este peligro de autonomismo incipiente, fue dejado en un segundo plano por Buenos Aires mientras duró la amenaza portuguesa. Las fuerzas orientales significaban un muro de contención vital para la seguridad de los territorios al oeste del Uruguay, frente al invasor portugués.  Pero al retirarse estos últimos con la  firma del tratado de Rademarker- Herrera (principios de 1812), la importancia de Artigas y su ejército se vio ampliamente disminuida.
Bs. As. quedaba ahora con las manos libres para volver a retomar las operaciones en la Banda Oriental, más aún cuando Montevideo había violado el armisticio y reanudado las hostilidades. Quedaría por resolver cuál sería el papel del ejército artiguista en la continuación de la guerra.

Bs. As. tenía el conocimiento de las relaciones de Artigas con el Paraguay y la adopción de planes operativos que excedía los cometidos militares. Una vez en el Ayuí, Artigas inició una relación epistolar con el gobierno paraguayo en la que ya denunciaba a este último el perfil centralista porteño así como también manifestaba el interés de unión con el pueblo paraguayo (pre-federal).  Esto coincidía con la tendencia del triunvirato hacia la preeminencia de Bs. As. como eje de todo su esquema institucional y político, que veían en toda expresión de autonomismo un ataque a la integridad nacional.
Las autoridades bonaerenses no miraban con buenos ojos las actitudes autonomistas de Artigas, en quien no reconocen más que un Jefe Militar, subordinado al poder político central.
El nombramiento de Sarratea como General en Jefe del Ejercito del Norte, pondrán a prueba la  paciencia de Artigas, quien será relegado jerárquicamente a un segundo plano.
Las concepciones políticas del artiguismo todavía no estaban maduras, pero en la praxis en el antagonismo con Sarratea se irían precisando desde junio de 1812, cuando llega el Jefe porteño al Ayuí.
Las “ideas y vueltas” de este conflicto están llenas de intrigas y maniobras, que se extienden desde el ámbito personal (Sarratea vs Artigas) hasta el ideológico proyectivo (Federalismo vs Centralismo).
Cierto es que desde los primeros roces entre ambas figuras, la relación entre éstos y entre Artigas y el triunvirato, sufrirá un proceso de significativa escisión.
Como afirman los autores del “El Ciclo artigusita”, el enfrentamiento con Sarratea cobrará así, para el historiador, el alcance de un diagnóstico. Será en el transcurso del mismo donde aparecerán las formulaciones de una propuesta alternativa y de una manera diferente de concebir la revolución.
¿Cuáles serán esos “puntos de roce” que conducirán al nacimiento del artiguismo?
Para comenzar, el primer punto de debate entre Artiga y Sarratea fue en relación a la organización de los ejércitos con miras de emprender la marcha para sitiar por segunda vez a Montevideo. Sarratea propuso la división del ejército oriental, como forma de debilitarlos y facilitar el acatamiento a las órdenes porteñas. Para muchos orientales  estos significaba el desconocimiento de todos los méritos alcanzados desde mayo de 1811 hasta el exilio.  Ante la negativa de los jefes orientales, Sarratea decide impartir las ordenes por intermedio de Artigas, sin embargo este responde afirmando que las ordenes dadas por Sarratea a una parte de su ejército eran  inconciliables con los compromisos adquiridos por él.  Para los autores del “Ciclo artiguista”, la replica de Artigas del día 6 da la primera explicación del fundamento jurídico de la orientalidad. “Ellos se creyeron un pueblo libre con la soberanía consiguiente (...) hombres abandonados por si solos se forman y se reúnen  por sí  (...) trasmito a las divisiones que forman la deliberaciones de V.E., pero hasta aquí llega el termino de mi obediencia, pero yo no soy establecido su tirano para reclamar ni exigir la suya.” Esta aquí en juego algo más que una estrategia militar sobre cómo organizarlas fuerzas; está en juego una concepción política: el respeto a la soberanía del pueblo oriental, que por uso de la misma se ha constituido como tal.  Todo aquel que intente atentar contra la misma, no es más que un gobierno tirano.
Dado el fracaso de su plan divisorio, Sarratea despliega otra estrategia:  desde su campamento trata de atraer a los jefes orientales, en busca de desmoralizar el ejercito, con oro, charreteras y galones, minando el prestigio y la autoridad de Artigas. Con la rivalidad con Sarratea, la raíz popular y campesina del artiguismo fue puesta en dura prueba, los hombres más poderosos lo abandonaron mientras en su entorno se agruparon los sectores mas desheredados del pueblo.
Simultáneamente, las acciones de Sarratea provocan irritación dentro del conjunto de los jefes orientales. Comienza a destacarse el carácter auxiliador del ejército porteño, cobrando, a su vez, importancia el grado de autonomía que los orientales habían alcanzado como pueblo. Pero la impronta de Sarratea, sube de grado y el conflicto se irá agudizando cada vez más con agravios e insultos. Artigas podnrá de manifiesto su postura irrevocable ante el problema;
-          destitución de Sarratea
-          reconocimiento al carácter auxiliador del ejército porteño
-          el desmentido de los agravios realizados por Sarratea a la persona de Artigas.
-          Respeto a la unidad del ejército oriental.
-          La dura crítica al gobierno porteño para con los orientales. “Si el gobierno nos declara enemigos no se extrañe por nuestra parte una conducta idéntica, el pueblo de Bs. As. es y será siempre nuestro hermano pero nunca su gobierno actual”.

Cuadro de texto: “En la experiencia definitoria del año XII surge el artiguismo como expresión política (de raíz popular y vocación federal)”.  Reyes Abadie, W., Melogno, T y Bruschera, O. “El ciclo artiguista”. Las derrotas sufridas en el Alto Perú obligaron a Buenos Aires flexibilizar su postura ante las exigencias artiguistas y dirimir el conflicto. El ejército oriental era necesario para vencer a Montevideo, y Sarratea no valía la pena como para amenazar la incorporación de los orientales al segundo sitio.
Para comienzos de 1813, las relaciones entre Sarratea y Artigas eran irreconciliables. Fue así como este último envió Tomás García de Zúñiga, una Misión a BsAs,  para plantear lka cuestión ante las autoridades. Además de las ya expresadas exigencias, el art. 8 de la Misión establecía que “la soberanía particular de los pueblos será declarada y ostentada como objeto único de la revolución”, sellando así el comienzo de un proyecto revolucionario alternativo, que difícilmente fuera conjugable con el centralismo porteño.
En cuanto a Sarratea, finalmente fue destituido, y los orientales se incorporaron  al Segundo Sitio.





4.       La definición del artiguismo

Ya con la Misión García de Zúñiga, el artiguismo nacía como alternativa, pero ¿alternativa a qué?.
La postura centralista porteña era ya evidente. Ahora bie, debemos entender por “centralismo” una concepción determinada de la soberanía, y por ende, un proyecto político afin.
El 24 de octubre de 1812, Buenos Aires convoca a la formación de un Congreso Nacional para dar forma constitucional al Estado revolucionario. A este congreso se le llamó Asamblea General Constituyente y sería instalado a mediados de 1813 y estaría compuesta por representantes de todas las provincias que integraban el ex virreinato del Río de la Plata.
El centralismo porteño también se definía con claridad. Como expresa Ana Frega, desde el inicio de la revolución, Buenos Aires había interpretado el principio de retroversión de la soberanía en su favor. Como ex capital virreinal, situación sumamente ventajosa en comparación al resto del Virreinato, “que el poder retroviertiese el pueblo”, significaba que retrovertía “al pueblo de Buenos Aires”, entendiendo al ¡pueblo de buenos Aires” como la elite dirigente porteña.
Pero para el artiguismo “pueblos” no significaba que la soberanía quedaba concentrada en la elite porteña. Por el contrario, “pueblos” eran  ciudades, villas, lugares y pueblos de indios, con o sin cabildo... a todos ellos se retrovertía la soberanía. En este sentido el artiguismo recogía los reclamos autonomistas. Se excluía la pretensión hegemónica de la capital. Y esto fue precisamente lo que quedó manifiesto en el art. 8 de la Misión García de Zúñiga.
Es en este marco que llegó la noticia al campamento sitiador de la convocatoria a la Asamblea General Constituyente. Buenos Aires ordenaba se reconociera a la Asamblea como órgano legislativo y se eligieran tres representantes por el sur de la Banda Oriental para integrar la misma
Para tomar la decisión de reconocer o no a dicha Asamblea, Artigas decidió convocar a un Congreso. El mismo abrió sus sesiones el 5 de abril en la Quinta de Cavia, actual Tres cruces. De ahí su denominación como Congreso de Abril o de Tres Cruces. En él los orientales se reunieron para debatir si
                                                               i.      reconocerían o no a la Asamblea General Constituyente,
                                                              ii.      en caso de reconocerla, si lo haría por pacto o por obediencia
                                                            iii.      formar un gobierno económico para atender los males de la campaña.
Estos puestos fueron expuestos por Artigas en su Oración Inaugural, con la cual se dio apertura al Congreso. En la misma Artigas no solo explicó las causas que habían provocado tal reunión, sino también que apeló a la memoria de los orientales, haciendo alusión a todos los esfuerzos realizados por la revolución, y la actitud que ante los mismos había tenido el gobierno porteño. De ahí la necesidad en el ideario artiguista, de garantías ante preconstitucionales ante la arbitrariedad y tiranía de Buenos Aires.
Finalmente, el Congreso decidió reconocer a la Asamblea General Constituyente por pacto, con las siguiente “bases del reconocimiento” establecida en el Acta de Ocho Puntos. En la misma son los ttres últimos artículos (6, 7 y 8) los que valen nuestra atención. En los dos primeros, se establece la necesidad de conformar alianzas ofensivas-defensivas de ayuda recíproca, a través de pactos que actúen como garantía a la supervivencia de las provincias autónomas. Para formar parte de la misma, en el art. 7 se crea la Provincia Oriental “como el conjunto de pueblos libres de la Banda oriental”. Como tal, se establece en el articulado último el número de diputados que como Provincia serán enviados a la Asamblea General Constituyente reunida en Buenos Aires.
 Estos diputados tendrían que llevar consigo las Instrucciones en las cuales se expresarían los intereses y la voluntad de cada pueblo representado.  Pocas son las versiones que se conocen, dentro de las cuales se destaca la “versión clásica”, que correspondería al pueblo de Montevideo (extramuros), fechada el 13 de abril, y firmada por José Artigas.
Aquí cabe destacar que la presencia de instrucciones indica que los diputados orientales no retienen soberanía al pueblo, sino que son simples apoderados de negociar una constitución siempre respetando dichas bases o mandatos. Este carácter imprime un sello autonomista y soberano a la forma de concebir la representación ante la Asamblea General Constituyente, muy distinto al que concebía Buenos Aires.
Para esta última, los diputados una vez incorporados a la Asamblea, dejaban de representar el interés de su pueblo para convertirse en diputados nacionales que bregaban por el interés general de la “nación”. Como expresa Ana Frega, Buenos Aires propuso que el interés particular (provincia-región) quedara supeditado al todo (interés general), que se encontraba  en el Gobierno, ya que mientras la revolución no triunfase, las aspiraciones particulares quedarían postergadas en aras de la unificación.
La soberanía particular de los pueblos, tal como la recogía el artiguismo, era vista por BsAs como sinónimo de anarquía, disolución y contrarrevolución.
Pero, el derecho de lo pueblos (entendiendo “pueblo” = habitante de provincia o ciudad), era algo que estaba muy arraigado y por lo tanto no podía ser ignorado. De ahí que Ana Frega entienda que la postura artiguista frente a la distribución particular de soberanía a cada pueblo, se hallaba ligada al peso de la tradición y las formas autónomas que el pasado colonial había impreso en la vida política de estos hombres.
En este marco resultó más que evidente el “rechazo a los diputados orientales” para integrar la Asamblea. Si bien se aducía que tal rechazo hallaba su razón de ser en cuestiones formales, lo cierto era que la incorporación de los mismos a la Asamblea, iba en contra de los principios centralistas digitados por Buenos Aires. En este sentido, la elite dirigente porteña entendió que su proyecto de construcción estadual era antagónico al artiguismo, y fue así como de esta manera Artigas pasó a  significar un peligro para el “orden”; un recolector de las aspiraciones de los otros pueblos , aquellos excluidos por “el pueblo porteño”.
Planteado el vicio de forma, el gobierno porteño recomendó a Rondeau llamar a un nuevo Congreso para elegir nuevos diputados, ahora a realizarse en la Capilla de Maciel. Pero lo acontecido en Maciel no fue más que la manifestación de un fenómeno que se venía gestando desde hacia meses. Para muchos seguidores del artiguismo, los intereses autonomistas comenzaron a quedar relegados a un segundo plano. ¿Por qué? Porque el tema central comenzó a trasladarse al control del poder a nivel provincial. En tal sentido, muchos de los participantes del Congreso de Abril e integrantes del Gobierno, la mayoría “hacendados propietarios”, habían sostenido a la revolución porque ésta les abría la oportunidad de imponerse a los grandes comerciantes –hacendados españoles que controlaban la administración colonial. Pero, la prolongación de la guerra suponía un peligro: el surgimiento de caudillos y sus milicias rurales, capaces de disputarles el poder político en la  campaña. Esto significaba que mantener la posturas del Congreso de Abril significaba pagar un precio demasiado caro: demasiado poder a Artigas y la perpetuación de un estado e “anarquía” y “desorden”. Para evitarlo era necesario transar con Buenos Aires.
Y esto fue precisamente lo que sucedió en el Congreso de Capilla de Maciel, en el cual las resoluciones del Congreso de Abril fueron desatendidas, y electos nuevos diputados, de tendencia aporteñada, siendo incluso uno de ellos porteño. Aún pese a las invitaciones que se le hizo a Artigas a integrarse al Congreso y así poder para argumentar su postura sobre la clausura del mismo, éste se rehusó a asistir, declarando al mismo ilegítimo. Sin embargo, Maciel, operó como un estimulador ya que dadas las circunstancias Aritgas y sus hombres decidieron marcharse y abonar secretamente el sitio para dirigirse hacia el Ayuí, de donde iniciaría su campaña para la formación de una “liga interprovincial”. En la madrugada de enero de 1814 los artiguistas emprendieron la “Marcha Secreta”.
Para entonces era evidente que dentro de la Revolución del Río de la Plata había nacido un nuevo partido: el artiguismo, como una alternativa al centralismo porteño, que comenzaría a expandir su proyecto generando importantes adhesiones.

1.       La fórmula de integración y el Sistema de los Pueblos libres
El artiguismo se expandió en los primeros meses de 1814 por el Litoral. Como en este caso, en general, la apelación a las ideas federales ponía de manifiesto la aparición de nuevos centros de poder político y la presión de los grupos sociales que aspiraban a consolidar su hegemonía dentro de cada espacio de poder (provincia)
En forma simplificada, resume Frega, el apoyo que las Provincias otorgaron a Artigas, fue más por “oposición” a la hegemonía de BsAs que por el interés de apoyar ideológicamente el proyecto federal artiguista. La “autonomía” era más bien la defensa de las provincias contra futuras intrusiones en el satu quo económico.
Del mismo modo, siguiendo sus intereses, era lógico que sus alianzas o respaldos virasen o pendulasen continuamente. El apoyo a un posible gobierno central estaba condicionado pues por la capacidad de éste para satisfacer las diversas necesidades locales.  Así, los diferentes grupos sociales, oscilaban entre:
-          adherir al artiguismo, ya que éste les aseguraba libertad de acción frente la hegemonía porteña
-          adherir al BsAs, cuando el apoyo al artiguismo les resultaba demasiado costos.
Pero, ¿cuál era la propuesta del artiguismo?  Para responder a la pregunta trabajaremos con las Fichas y la lectura de los diversos documentos. 

Comentarios

  1. °_° demore dos semanas en leerlo OMG

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  2. Muy bueno el material me esta siendo muy útil. Gracias por compartirlo en este medio.

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  3. es tan largo,pero me sirvio mucho me saque un sote

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  4. es tan largo,pero me sirvio mucho me saque un sote

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  5. Muy buen material. Es fácil de entender y podemos resumirlo mas si así lo deseamos. Gracias por compartir

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  6. a mi hija le sirvio un monton muchas gracias!!

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  7. Si,la verdad muy largo y entreverado

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  8. Si,la verdad muy largo y entreverado

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  9. ¿ustedes saben quienes participaron? expliquen

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  10. muy bueno, queria seguir leyendo amo la historia.

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