ILUSTRACION

Extraido de  Jean Touchard: Historia de las ideas políticas CAPITULO IX

EL SIGLO DE LAS LUCES
Una filosofía burguesa,
Un hecho domina la historia de las ideas políticas en el siglo XVIII: el crecimiento de la burguesía en Europa occidental.
A este respecto, hay que mencionar no sólo el progreso técnico, sino también el clima general de la economía, en la que aparecen los primeros. signos de la revolución industrial: largo período de expansión iniciado hacia 1730, en primer, lugar en el dominio agrícola (progreso agronómico y producción incrementada que permiten alimentar a una población más numerosa); coyuntura favorable en beneficio de todos los secto-res, que estimula los intercambios y las actividades manufactureras; crecimiento de las ciudades y puertos; poder de los armadores y negociantes. “El comercio, que lía enriquecido a los ciudadanos en Inglaterra, ha contribuido a hacerlos libres, y esta libertad a su vez ha dilatado el comercio, formándose así la grandeza del Estado". Este texto de Voltaire define el ideal de una clase. Plantea en términos precisos las cuatro ecuaciones que constituyen, para la burguesía europea, el ciclo del progreso: comercio, factor de riqueza; riqueza, factor de libertad; la libertad favorece el comercio; el comercio favorece la grandeza del Estado. Esta burguesía del siglo XVIII no es, en modo alguno, homogénea; cuando es ya poderosa en Europa occidental, sigue siendo todavía embrionaria en numerosos países. En la misma Europa occidental está compuesta de elementos extremadamente diversos; funcionarios y "oficiales" instalados en cargos venales, especuladores, financieros filósofos, negociantes y armadores, fabricantes y técnicos, intelectuales.

Todos estos burgueses ocupan situaciones, muy .diferentes en la sociedad, pero se adhieren a ciertas ideas comunes. La burguesía no es una clase homogénea, pero vemos aparecer los rasgos de una filosofía burguesa. Y esta filosofía burguesa no se presenta como una filosofía exclusiva de los burgueses, sino como una filosofía para todos los hombres. Fenómeno capital y muy diferente del que se producirá un siglo después: cuando el proletaria-do adquiera la conciencia de formar una clase independiente, adoptará una doctrina proletaria, una doctrina de clase. Por el contrario, la burguesía, aun conservando un vivo sentimiento de las jerarquías, elabora una doctrina universalista en el mismo instante en que toma conciencia de su originalidad, social.
Comienza así el de las mayúsculas: Libertad, Progreso, Hombre. El siglo XVIII descubre la existencia del hombre, Bossuet, en su Histoire universelle, no habla del universo, sino de algunas naciones desaparecidas. Pascal habla sólo de los hombres: "Cuando me puse a considerar en alguna ocasión las diversas agitaciones de los hombres... descubrí que toda la desgracia de los hombres proviene de una sola cosa, que espino saber permanecer en reposo en una habitación". Voltaire trata de refutar este famoso pasaje en sus Réflexions sur les pensées: "El hombre ha nacido para la acción, como el fuego tiende hacia arriba y la piedra hacia abajo. Para el hombre, no estar ocupado y no existir es la misma cosa". Cambio fundamental, cuya alcance subraya. Condorcet: "Como filosofo, Voltaire es el primero que ha expuesto el modelo de un simple ciudadano que abarca en sus propósitos y en sus trabajos todos los intereses del hombre en todos los países y en todos los siglos, y que se alza contra todos los errores, contra todas las opresiones que defiende y propaga todas las verdades humanas". La burguesía europea confunde así su causa con la de la humanidad.

Montesquieu  vulgarizador de la Constitución inglesa, teórico de la separación de poderes, adepto de un perfecto liberalismo, un Montesquieu muy próximo a Locke. Montesquieu, señor de La Brède, presidente del parlamento de Burdeos, autor de las Lettres persanes.

El HOMBRE.EI hombre apenas aparece en el Esprit des lois (1748),  a Montesquieu le gusta mostrarse en estos escritos como un hombre feliz ("Mi espíritu se interesa por todo"), disponible ("Todo me interesa, todo me asombra"), benévolo. ("No sé odiar"), modesto ("Venid para que os abrace, hombres modestos"), perfectamente equilibrado ("No habiendo tenido nunca disgusto que una hora de lectura no "me haya quitado").
Esta sabiduría es casi demasiado .perfecta, pero felizmente Montesquieu deja a veces de vigilarse. Exclama- "Me gustan los campesinos; no son lo bastante sabios como para razonar torcidamente". Apenas cree en el progreso ("Proponer la perfección a un siglo que es cada vez peor..."), y escribe para sí mismo, sin alegría: "Es el espíritu de comercio quien domina en nuestros días. Ese espíritu de comercio hace que se someta todo a calculo".
Sus juicios sobre los comerciantes son de lo más reservado; no quiere que los nobles practiquen el comercio y no duda en escribir: "Va contra el espíritu del comercio el que la nobleza lo practique en la monarquía... Va contra el espíritu de la mo-narquía que la nobleza practique, en ella el comercio. La costumbre, que ha permitido en Inglaterra el comercio a la nobleza es una de-las cosas que más ha contribuido a debilitar el gobierno monárquico".
Por consiguiente, Montesquieu se opone a Voltaire en esta fundamental cuestión. Se coloca en el campo de la tradición. Las transformaciones que se producen en el mundo tan sólo inspiran reacciones reticentes a este noble provinciano naturalmente irónico y moderado. 

LA TEORÍA DE LOS GOBIERNOS.
La teoría de los gobiernos, que abre el Esprit des lois, es —junto con la separación de poderes— la teoría más conocida de Montesquieu,  distingue entre la naturaleza de cada gobierno –lo que le hace ser– y su principio –lo que le hace actuar–. Pasa revista a tres tipos de gobierno.
a) El gobierno republicano. "El gobierno republicano es aquel en el que el pueblo colectivamente, o sólo una parte del pueblo, tiene el poder soberano". Por consiguiente, hay dos formas muy diferentes de república: la república democrática y, la república aristocrática.
α) La república democrática: el pueblo colectivamente, o sea el conjunto de los ciudadanos reunidos, ejerce el poder soberano. Principio: la virtud, en sentido cívico y no en sentido moral, es decir, la facultad que tiene cada ciudadano de hacer pasar el interés general por encima del interés particular.   La república democrática según Montesquieu (que no distingue claramente entre la palabra "república" y la palabra "democracia") es una república a la antigua, austera, frugal, virtuosa, limitada a pequeñas ciudades cuyos ciudadanos pueden reunirse en una plaza pública.
β) La república aristocrática (tipo Venecia: el poder soberano pertenece a "un cierto número de personas". Principio: la moderación en el uso de la desigualdad. La aristocracia gobernante debe ser bastante numerosa y debe, en cierto  modo, hacer olvidar a los gobernados su existencia: "Cuanto más se aproxime una aristocracia a la democracia, tanto más perfecta será; y lo será menos, a medida que se aproxime a la monarquía".
b) El gobierno monárquico. Su naturaleza implica que gobierne uno solo. Pero la monarquia no se confunde con el despotismo. El monarca gobierna según las leyes fundamentales, que se ejercen gracias  con poderes intermedios. "Los poderes intermedios, subordinados y dependientes, constituyen la naturaleza del gobierno monárquico". Estos poderes o cuerpos intermedios son "los canales medios por los que corre el poder". Principio: el honor, es decir, el espíritu de cuerpo, "el prejuicio de cada persona y de cada condición". "La naturaleza del honor consiste en exigir preferencias y distinciones". Montesquieu no habla ni de la virtud de los príncipes,  ni de la virtud de los ciudadanos, sino del honor de algunos. Por consiguiente, el principio del gobierno monárquico no se encuentra en manos del monarca. Es una concepción aristocrática y casi feudal, de la monarquía. Cuando Montesquieu habla de la monarquía en los primeros libros del Esprit des lois, parece pensar más en la monarquía francesa de la Edad Media que en una monarquía constitucional a la inglesa.
c) El gobierno despótico. Es el único tipo de gobierno al que Montesquieu condena formalmente. Su naturaleza consiste en que uno sólo gobierna según su capricho, sin leyes ni reglas. Su principio es el temor; el déspota trata a sus súbditos como a bestias.Esta tipología de los gobiernos es doblemente abstracta,  respecto a los gobiernos existentes en la época, en que Montesquieu escribió Esprit des lois; la monarquía inglesa no entra en ninguna categoría y no se hace ninguna distinción entre las diversas monarquías.
Voltaire o la política del sentido común,
No fue un teórico; incluso su obra es contradictoria. Pero su gloria fue inmensa. Su vejez se asemeja a una apoteosis. La burguesía francesa se reconoció en el "rey Voltaire", y Voltaire (1694-1778) supo hacer lo necesario para nutrir su leyenda. Sus ideas políticas son tanto más interesantes cuanto que son menos originales.
Las expresó en diversas obras, pero sobre todo en las Lettres philosophiques o Let-tres anglaises (1734), que contribuyeron a popularizar en Francia la imagen de la libre Inglaterra, en el Dictionnaire philosophique (1764), en sus novelas —especialmente Candide y L'ingénu (1767)—, en su correspondencia, en los Commentaires sur l'Esprit ( Voltaire contra Montesquieu)Hay dos partes bien diferenciadas en la vida de Voltaire. Tiene más de sesenta cuando se convierte en el apóstol de la tolerancia (asuntos Calas, Sirven, de La Barre) y aborda de frente la política. Si hubiera muerto a los sesenta años no habría dejado, sin duda, más que el recuerdo de un segundo Fontenelle, más espiritual y más hábil que el primero.

Religión. Las ideas religiosas de Voltaire son más conocidas que sus, ideas políticas. Aún así, hay que cuidarse de reducirlas a una fórmula simplista como "aplastad al infame". La reciente tesis de René Pomeau, Voltaire et la religion, ha demostrado de manera efectiva que existía en Voltaire un fondo auténticamente religioso, una inquietud metafísica.
Voltaire emprende su combate en nombre del "sentido común": "Hay que verter la sangre para servir a los amigos y para vengarse de los enemigos, sin lo cual no se es digno de ser hombre. Yo moriría desafiando a todos los enemigos del sentido común". Esta expresión de "sentido común" ("sens común") será sustituida en el siglo XIX por la de "buen sentido" ("bon sens"), de la que se hará un gran uso en la monarquía de julio (cf. el periódico Le bon sens, tan apreciado por Béranger).
La religión es para Voltaire sinónimo de superstición y fanatismo; el fanatismo religioso le resulta físicamente intolerable; en el aniversario de la noche de San Bartolomé, le entra fiebre y ha de, meterse en la cama. Su anticlericalismo es apasionado, tumultuoso. Pero reconoce la utilidad social de la religión ("Si tenéis una aldea que gobernar, es necesario que posea una religión", escribe en el Dictionnaire philosop-hique). El mismo tiende a distinguir entre los sacerdotes y la religión: "Hay que tener una religión y no creer a los sacerdotes". Su deísmo no es ni una superchería ni una concesión. Su "religión natural" es una religión razonable. "El Dios de Voltaire es el de Newton, manifestado en la armonía de las esferas, Dios sensible a la inteligencia, no al corazón" (R. Pomeau).


Autoridad.—""Liberty and property' es el grito inglés..., es el grito de la naturaleza." ¿Pero como asegurar la libertad, cómo garantizar la propiedad (dos nociones que están estrechamente ligadas en Voltaire)?
En las Lettres philosophiques Voltaire hace un vivo elogio de la Constitución inglesa, pero su confianza parece dirigirse cada vez más hacia un régimen fuerte: cuenta con la autoridad para fundamentar la libertad." Cuando Voltaire habla de libertades, piensa generalmente más en las libertades civiles que en las libertades políticas. No tiene ninguna confianza en los cuerpos intermedios y juzga muy severamente las pretensiones de los parlamentarios, así como la venalidad de los cargos públicos.

Riqueza y propiedad.—Voltaire no cree en la igualdad: "La igualdad es, a la vez, la cosa más natural y la más quimérica". Su filosofía social es la de un propietario burgués.  Habla en el tono más desdeñoso del Discours sur l'inégalité, de Rousseau, especialmente del famoso pasaje sobre la propiedad: "El primero que habiendo cercado un terreno...". "Tiene que ser —declara el personaje llamado C en el ABC—- algún bandolero pretendidamente ingenioso quien haya escrito esa impertinencia."… "Supongo tan sólo que es un indigente muy perezoso... El autor de este pasaje me parece un animal muy insociable".
Voltaire considera beneficiosa la Jerarquía de las clases sociales; hay que abstenerse de desarrollar la enseñanza de las clases populares": "Me parece esencial que existan mendigos ignorantes... No es al peón a quien hay que instruir, sino al buen burgués, al habitante de las ciudades... Cuando el populacho se mete a razonar, todo está perdido" (a Damilaville, 1 de abril de 1766). Las ideas de Voltaire proceden de una visión censitaria de la sociedad.

Reformas. La política de Voltaire es una política concreta. No se eleva a vastas síntesis, sino que propone para la vida de cada día las reformas que le parecen necesarias y realizables. La política para Voltaire es cotidiana; toma el gobierno tal como es y combate por reformas administrativas y civiles: prohibición de las detenciones arbitrarias, supresión de la tortura y de la pena de muerte, abolición del procedimiento secreto, adecuación de las penas con los delitos, unidad de la legislación, supresión de las aduanas interiores, mejor percepción de los impuestos, supresión de algunos derechos señoriales, garantía de la libertad de pensamiento y de expresión, etc.
Tal es la política de Voltaire. Ninguno de sus contemporáneos—ni Montesquieu. ni Diderot, ni Rousseau— expuso un catálogo semejante de reformas; ninguno batalló tanto por hacerlas prevaler., Cuando Voltaire fue calurosamente aclamado en 1778, unas semanas antes de su muerte, las ovaciones no se dirigían al escritor, sino al defensor de Calas. Voltaire inaugura brillantemente un nuevo tipo de filósofo, lo que más tarde se llamará el "filósofo comprometido".


REBELIONES Y UTOPÍAS
El utilitarismo es una doctrina filosófica realista, la doctrina de la burguesía. El proletariado –disperso, miserable, dividido por las corporaciones- no está en condiciones de oponerle una doctrina coherente. Por otra parte, ¿puede hablarse de proletariado en una Europa todavía esencialmente rural, donde el artesanado presenta los más variados aspectos (con su aristocracia, su burguesía, su proletariado)?
Como consecuencia, las ideas democráticas e igualitarias sólo son sostenidas por pensadores aislados que se rebelan contra el utilitarismo triunfante o que construyen ciudades de utopía.
Rousseau es el más grande de estos solitarios. Aun así, hay que cuidarse de presentarlo como un revolucionario o como un reformador.  La democracia de Rousseau no es igualitaria, las utopías igualitarias que florecen en el siglo XVIII no son siempre democráticas. Están inspiradas en una especie de comunismo espartano y moralizante, muy ajeno al socialismo que verá la luz con la revolución industrial. En cuanto al pacifismo del siglo XVIII, es también muy diferente del pacifismo pop-lar que se expandirá en el siglo XIX y, sobre todo, en los comienzos del XX. Es la época del pacifismo utópico.

Jean-Jacques Rousseau.
El Contrat social (1762) está en el centro de la obra de Rousseau (1712-1778). Pe-ro sería erróneo considerarlo como una especie de suma en la que Rousseau habría concentrado todas sus ideas políticas. Es importante interpretarlo a la luz de las obras que le precedieron o le siguieron:
1) Las obras de escándalo: el Discours sur les sciences el les arts (1749), el Dis-cours sur l'inégalité parmi les hommes (1775), la Lettre à D'Alembert sur les spectacles (1758), Rousseau contra el progreso, contra la propiedad, contra el teatro.
2) Las obras contemporáneas del Contrat social y que aparecen como su prolongación en el campo de la educación (Smile, 1762), de la religión (Profession de foi du vicaire savoyard, en el libro IV del Émile), de la vida cotidiana (La Nouvelle Héloise, 1761).
3) Las aplicaciones prácticas —y muy pragmáticas— de sus teorías políticas: — Las Lettres à M. Buttafuoco sur !a législation de la Corse (1764-1765) y el Projet de Constifution pour la Corsé (1765). — Las Considerations sur le gouvernemetf de Po-logne et sur sa reformation (1772).
Rousseau es, sin duda, el primer escritor político que está enteramente presente en su obra. El hombre que Rousseau era, nunca se deja olvidar, ni siquiera en los pasajes más abstractos; y tal vez haya que buscar, en definitiva, la clave de su política en las Confessions, en los Réveries, en Rousseau juge de Jean-Jacques. En cualquier caso, cuando se estudia a Rousseau, es importante seguir de cerca la cronología.
1.° Un hombre fiel a su infancia: esto es ante todo Jean-Jacques Rousseau. Infancia ginebrina; infancia sin familia; infancia de autodidacta apasionado; infancia de rebelde. Jean-Jacques en el horrible hospicio de los catecúmenos de Turín: Jean-Jacques, lacayo y ladrón, descubriendo la felicidad en Mme. de Warens: otras tantas imágenes que definen una vida. Después de sentir la tentación de encumbrarse (cf. su embajada en Venecia. su orgullo de autor mundano cuando se representa en la corte Le devin de village), Rousseau elige ponerse del lado de quienes no triunfan. Desprecia el dinero: el éxito social y burgués de Voltaire le produce horror.
Se pelea con Voltaire, con Didérot, con Grimm, con Hume. Es inestable y excesivo, pero no agrio. Mientras que Voltaire y Didérot se aburguesan, Rousseau es tal vez quien permanece más fiel al espíritu de la Enciclopedia. No renuncia a la felicidad; ni a la suya,  ni a la de los hombres.

2.° Racionalismo o utopía. Es un viejo debate que existe desde que se escribe sobre Rousseau. Pero ¿no habría que decir racionalismo y utopía? Pues el pensamiento de Rousseau difícilmente puede reducirse a unidad. Comporta contradicciones, proviniendo unas de su naturaleza ("esa vivacidad de sentir, aliada a esa lentitud de pensamiento") y otras de su época; Rousseau eligió la democracia en una época en la que la democracia no existía ni en los hechos ni en las ideas. Como las condiciones históricas de la democracia no existían, Rousseau se vio obligado, bien a aceptar la ideología del liberalismo burgués, que era entonces la ideología dominante (libertad, desigualdad, propiedad), bien a construir una Ciudad de utopía. Utopía, pero utopía racional.

LA POLÍTICA DE LOS ―DISCOURS.—-¿Hay que ver sólo en los dos discursos una brillante paradoja (el hombre es naturalmente bueno, la sociedad es quien lo pervierte), una atrevida tesis sobre el derecho de propiedad ("El primero que, habiendo cercado un terreno, descubrió la manera- de decir esto me .pertenece")? Esto sería desconocer singularmente su alcance.
I) Los Discours son una autobiografía indirecta un fragmento de las Confessions, Encontramos en ellos el conflicto, fundamental en Rousseau, entre pobreza y sociedad. El tema que domina los Discours es la injusticia de la sociedad; la bondad de la naturaleza es un tema secundario.
2) Un tema secundario .pero que no es exclusivo de Rousseau. Cuando habla del hombre natural, no piensa en forma alguna en la prehistoria. Piensa en si mismo y en los buenos salvajes de América y de otros lugares, descritos en las narraciones de viaje» leídas por él con pasión ("Pasé mi vida leyendo narraciones de viajes").
3) Por último, el análisis de Rousseau tiene un alcance sociológico. Muestra el dominio de la sociedad sobre los individuos, la red de coacciones que establece, el peso que tiene sobre la vida de cada cual. Liga el nacimiento de la sociedad con la aparición de la propiedad, la autoridad con la salvaguardia de los intereses. No considera el poder ni como una esencia teológica, ni como una construcción jurídica, ni como una conquista" militar, sino como una suma de intereses. Rousseau no pensó nunca en abolir la propiedad o en renunciar al progreso. "La sociedad natural —escribirá— es natural a la especie humana…". No es cesa de "volver a vivir al bosque junte» a los osos, y de quemar las bibliotecas"; Rousseau no construye más que una hipótesis, un "sueño".
Pero este sueño no termina en la resignación. Si el hombre es desgraciado, es por razones políticas y sociales; que en nada dependen de la naturaleza de las cosas. Es posible y necesario sentar las bases de una política nueva: este será el objeto del Contrat social.
El Discoiirs sur l'inégalité exigirá otras nuevas observaciones, especialmente en lo que se relaciona con la definición de Rousseau del estado de naturaleza. El estado de naturaleza no es, para Rousseau, ni una guerra general, ni una vida sociable, sino un estado de dispersión y de aislamiento. Sin duda, el hombre es bueno en este estado de naturaleza. Pero donde el hombre es más feliz es en la sociedad naciente, es decir, en un estado intermedio entre el estado de naturaleza y la sociedad establecida. Estado aparentemente precario, pero que, según Rousseau, "es la verdadera juventud del mundo"; "el género humano estaba hecho para permanecer siempre en él".

EL CONTRATO SOCIAL.—El Contrat social está inspirado por la pasión de la unidad. Unidad del cuerpo social, subordinación de los intereses particulares a la voluntad general, soberania absoluta e indisoluble de la voluntad general, reinado de la virtud en una nación de ciudadanos.
El contrato de Rousseau no es ni un contrato entre individuos (como en Hobbes) ni un contrato entre los individuos y el soberano. Esta última forma de contrato es particularmente extraña al pensamiento de Ruosseau, que rechaza cualquier forma de contrato de gobierno, bien se trate de fundamentar el absolutismo, bien de fundamentar la libertad.
Mediante el pacto social, cada uno se une a todos. El contrato se formaliza con la Comunidad: "Cada uno de nosotros pone en común su persona y todo su poder bajo la suprema dirección de la voluntad general, y recibimos colectivamente a cada miembro como parte indivisible del todo. Cada asociado se une a todos y no se une a nadie en particular; 'de esta forma, no obedece más que a si mismo y permanece tan libre como antes")
Nada ata al soberano; pero, según la teoría de Rousseau, no puede tener interés contrario a los particulares que lo componen.
Por consiguiente, el soberano es esa voluntad general que es la voluntad de la comunidad y no la voluntad de los miembros que constituyen esa comunidad. Existe una diferencia, de naturaleza y no de grado, entre la voluntad general y la voluntad de los particulares. Rousseau ve en la voluntad general el mejor refugio contra las obstaculizaciones de los particulares.
El contrato social garantiza, a la vez, la igualdad –ya que todos los asociados tienen iguales derechos en el seno de la comunidad– y la libertad que, según Rousseau, depende estrechamente de la igualdad. Según Locke, el individuo es libre de hacer cual-quier contrato; Rousseau estima, en cambio, que la soberanía del pueblo es la garantía más segura de los derechos individuales. El individuo sólo es libre en y por la Ciudad; y la libertad es la obediencia a las leyes. La libertad, lejos de estar amenazada por el soberano, sólo puede ser realizada por el soberano.
El hombre realiza su libertad obedeciendo a las leyes: "Un pueblo libre obedece, pero no sirve; tiene jefes, pero no amos; obedece a las leyes, pero no obedece más que a las leyes; y es por la fuerza de las leyes por lo que no obedece a los hombres", Vemos, así, que la libertad en Rousseau es muy diferente de la libertad en Locke. Locke asocia "libertad y propiedad; Rousseau, libertad e igualdad. Para Locke, la libertad es conciencia de una particularidad; para Rousseau, es ante todo solidaridad. Para Locke la libertad es un bien que se protege; para Rousseau, una posibilidad que se realiza.

EL SOBERANO. Así, pues, el soberano es la voluntad general, de la que la ley es expresión: "La voluntad del soberano es el soberano mismo. El soberano quiere el interés general y, por definición, no puede querer más que el interés general". La soberanía tiene cuatro caracteres:
Es inalienable. La soberanía no se delega. Rousseau condena el gobierno representativo y la monarquía inglesa: "Los diputados del pueblo no son ni pueden ser sus representantes: sólo son sus comisarios".
— Es indivisible. Rousseau es hostil a la separación de poderes, a los cuerpos intermedios, a las facciones dentro del Estado. Un cuerpo representa necesariamente intereses particulares; no hay que contar con él para hacer prevalecer el interés general.
— Es infalible (a condición de que los intereses particulares se encuentren neutralizados). La voluntad general es. "siempre recta y tiende siempre a la utilidad pública". "El soberano, por el exclusivo hecho de serlo, es siempre lo que debe ser." Fórmula menos segura de lo que parece, ya que el problema reside en que el soberano sea.
— Es absoluta: "El pacto social confiere al cuerpo político un poder absoluto sobre todos los suyos".
Pero este absolutismo de la voluntad general no corre el peligro, según Rousseau, de ser arbitrario. Véase a este respecto el capitulo "De los límites del poder soberano": si el poder se convierte en arbitrario, es que la voluntad general no es ya soberana.

EL GOBIERNO.—En el sistema de Rousseau el gobierno desempeña un papel subordinado. Rousseau distingue entre el soberano, pueblo que establece las leyes colectivamente, y el gobierno, grupo de hombres particulares que las ejecutan. La principal función del soberano consiste en hacer las leyes, que tienen un valor religioso y que son el reflejo de un orden trascendente. Las leyes deben ser poco numerosas; su objeto debe ser general: "Toda función que se refiera a un objeto individual no pertenece al poder legislativo". ,
En cuanto al gobierno, es un simple agente de ejecución: "Ejecuta siempre la ley.' y no ejecuta sino la ley". El gobierno tan sólo es el "ministro del soberano"; los gobernantes son los depositarios del .poder, pero no tienen de por si ningún papel: no tienen absolutamente mas que una comisión, un empleo en el que—simples oficiales del soberano— ejercen, en su nombre, el poder del que se les ha hecho depositarios, poder que el soberano puede modificar, limitar- o recuperar cuando le plazca.
Rousseau pasa revista a tres tipos de gobierno:
— la monarquía, de la que hace una viva critica;
la aristocracia,'que puede ser hereditaria o electiva. La aristocracia hereditaria es un sistema detestable, pero "el que los más sabios gobiernen la multitud es el orden mejor y más natural";
—por último, la democracia, es decir —según la terminología de Rousseau— la confusión del poder ejecutivo y del poder legislativo. Este tipo de gobierno es prácticamente, irrealizable; por otra parte, presentaría peligros, pues no es bueno que el que hace las leyes las ejecute, ni que el cuerpo del pueblo desvíe su atención de las concepciones generales para otorgarla a los intereses particulares. Rousseau concluye .sobre el tema: "Si hubiera un pueblo de dioses, se gobernaría democráticamente. Un gobierno tan perfecto no conviene a los hombres".
Finalmente, Rousseau se abstiene de recomendar una u otra forma de gobierno: "Cada una es la mejor en ciertos casos, o la peor en otros". Rousseau, después de haber seguido un camino tan diferente del de Montesquieu, no está muy lejos de concluir como él:
1) Que la forma de los gobiernos debe depender de las situaciones locales, y que resulta absurdo querer imponer en todas partes una solución única; este relativismo se manifiesta claramente en sus escritos sobre Polonia y Córcega.
2) Que el problema del gobierno es secundario, y que el gobierno tiene tendencia a degenerar y a traicionar la soberanía. Rousseau piensa en el fondo, como Montesquieu, que las instituciones nada son sin las costumbres y que hay qué dedicarse ante todo a formar a los ciudadanos. El gran problema para Rousseau consiste en asegurar la solidaridad del cuerpo social. Mediante la educación, mediante la religión, mediante un ideal común de civismo, de patriotismo, de frugalidad y de virtud. 


TEXTO 1– Nuevas ideas políticas

A) "No hagas lo que no quieras que te hagan [...] Se conforman ahora en otros países con decir: "Cree o te abomino”; cree o te haré todo el mal que pueda; monstruo, ¿no profesas mi religión? Luego, no tienen ninguna; es preciso que seas el horror de tus vecinos, de tu ciudad, de tu provincia [...] Luego, el derecho de intolerancia es absurdo y bárbaro; es el derecho de los tigres, es mucho más horrible aún, porque los tigres no se destrozan sino para comer, y nosotros nos hemos exterminado por unos párrafos." (VOLTAIRE “Tratado de tolerancia”, )

B)  “Hay tres especies de gobiernos: el republicano, el monárquico y el despótico. Para distinguirlos, basta la idea que ellos tienen de las personas menos instruidas. Supongamos tres definiciones, mejor dicho, tres hechos: uno, que el gobierno republicano es aquel en que el pueblo, o una parte del pueblo, tiene el poder soberano; otro, que el gobierno monárquico es aquel en que uno solo gobierna, pero con sujeción a leyes fijas y preestablecidas; y por último, que en el gobierno despótico el poder también está en uno solo, pero sin ley ni regla, pues gobierna el soberano según su voluntad y sus caprichos.[...]
No puede haber virtud en una república. El pueblo quiere cumplir las funciones de los magistrados: ya no los respeta. Desoye las deliberaciones del Senado: pierde el respeto a los senadores y, por consiguiente, a los ancianos. Cuando no se respeta a los ancianos, no se respeta a los padres. Todos se aficionarán al libertinaje: el tormento de la orden fatigará como el de la obediencia. No existirán costumbres, amor al orden ni virtud. [...]
   En cada Estado hay tres clases de poderes: la potestad legislativa, la potestad ejecutiva y la potestad de las cosas que dependen del derecho civil. Cuando la potestad legislativa y la potestad ejecutiva se reúnen en una misma persona o el mismo cuerpo de magistrados, no hay libertad. En un Estado libre todo hombre, considerado libre, debe estar gobernado por sí mismo sería necesario que el pueblo en masa tuviera la potestad legislativo; pero siendo esto imposible en los grandes Estados y teniendo muchos inconvenientes en los pequeños, es menester que el pueblo, por medio de sus representantes, haga lo que no puede hacer por sí mismo” (MONTESQUIEU “El espíritu de las leyes”)

C) "La soberanía no es otra cosa que el ejercicio de la voluntad general, no puede ser nunca enajenada, y el soberano que no es más que un ser colectivo, no puede ser representado más que por él mismo; el poder puede muy bien trasmitirse, pero no la voluntad. [...]
Luego que el pueblo está legítimamente constituido en cuerpo soberano, toda jurisdicción de gobierno cesa y la persona del último ciudadano es tan sagrada e inviolable como la del primer magistrado, porque ante el representado desaparece el representante. [...]
Precisamente porque la fuerza de las cosas tiende siempre a destruir la igualdad, la fuerza de la legislación debe siempre tender a mantenerla. ¿Queréis dar consistencia al Estado? Acercad los grados extremos tanto como sea posible; no permitáis ni gentes opulentas ni mendigos. Ambos estados, naturalmente inseparables, son igualmente funestos para el bien común; del uno proceden los instigadores a la tiranía y del otro, los tiranos; son siempre ambos los que comercian con la libertad pública; unos la compran, otras la venden.” (ROUSSEAU “El Contrato social”)

D) “El primero a quien, después de cercar un terreno, se le ocurrió decir, "Esto es mío", y halló personas bastantes sencillas para creerle, fue el fundador de la sociedad civil. Cuántos crímenes, guerras, muertes, miserias y horrores habría ahorrado al género humano el que, arrancando las estacas o arrasado el foso hubiera gritado a sus semejantes:  "Guardaos de escuchar a ese impostor; estáis perdidos si olvidáis que los frutos son para todos y que la tierra no es de nadie!” (ROUSSEAU “Discurso sobre el origen de la desigualdad”)

E) “Algunos bromistas de mal gusto han abusado de su talento hasta el punto de defender la paradoja asombrosa de que el hombre está hecho originalmente para vivir solo como un lobo, y es en la sociedad que ha depravado su naturaleza.[...] El mismo autor, enemigo de la sociedad, semejante al zorro sin cola, que quería que todos se la cortaran, se expresa así en un estilo magistral: “El primero que habiendo cercado un terreno se atrevió a decir esto es mío...” Así, según este bello filósofo, un ladrón, un destructor, habría sido el bienhechor del género humano; y habría que castigar al hombre que hubiera dicho: “imitemos a nuestro vecino, él ha cercado su campo [...] , el suyo se volverá más fértil; trabajemos el nuestro como él trabaja el suyo y nos ayudaremos mutuamente”. ¿No habría sido este discurso más sensato y honesto que el del loco salvaje que quería destruir el sembrado del buen hombre?” (VOLTAIRE, en  Chassang, A y Senninger, Ch “Recueil  de textes litteraires fracaise. XVIII siecle”  p. 142-143)

EJERCICIO:

1-      Cuales son las principales ideas de Rousseau en cuanto a: contrato, respaldo numérico del poder, propiedad, virtudes y defectos de la sociedad civil o civilización.
1-       Organiza un diálogo entre  Rousseau y Voltaire teniendo en cuenta los textos E y F.
2-       Demuestra la siguiente afirmación: la obra de Montesquieu representa una defensa de la Monarquía y de la nobleza.



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