El Capitalismo

Evolución del Sistema Capitalista


Sistema económico basado en la propiedad privada de los capitales y de los medios de producción ( máquinas, fábricas, etc.), la búsqueda de ganancia, y la economía de mercado.” (Citado por Sabelli, M. “Los conceptos y el Vocabulario en la enseñanza de la Historia Montevideo EBO, 1991).

"sistema social donde el capital está en manos de personas privadas y donde el trabajo se lleva a cabo  no como un deber de costumbre o bajo coacción, sino por la recompensa material que recibe el trabajador: el salario. (...) supone la existencia de personas libres que realizan intercambios sin coerción, siguiendo sus propios intereses. Es por ello esencial al sistema la existencia de un mercado libre, donde los miembros de la sociedad puedan realizar sus intercambios, y de un ordenamiento jurídico que garantice ciertas libertades civiles y políticas indispensables para su funcionamiento." (Diccionario de Economía, Carlos Sabino)
Economía: conjunto de actividades de los hombres dirigidas a producir bienes y riqueza para vivir. Incluye: 1. las actividades primarias (productoras de materias primas): agricultura, ganadería, minería, pesca, caza, forestación.  2. las actividades secundarias (transforman la materia prima en un producto elaborado): artesanía, manufactura, industria.  3. las actividades terciarias (ofrecen un servicio): comercio, finanzas, servicio de comunicación, transporte, luz, agua, etc.

En Europa a finales de los siglo XIII y durante el XIV llegan transformaciones que pautaron los primeros síntomas de lo que se conoce como primer capitalismo o capitalismo comercial. Lo que denominamos “Edad Moderna” viene prácticamente a coincidir con el desarrollo de este último.
El proceso de su formación se intensificó en el siglo XV, cuando confluyeron y se combinaron armónicamente factores tan poderosos como la tendencia de las Monarquías autoritarias a intervenir en las economías nacionales, el espíritu de empresa de los individuos, el deseo de conquista y de lucro y la racionalización de la producción y de los negocios.
No obstante, la transición del feudalismo al capitalismo constituye, hasta el momento,  ha protagonizado amplias polémicas historiográficas respecto a las causas fundamentales de dicha transición. Algunos autores, como P. Sweezy,  sostienen la importancia del desarrollo comercial como un poderoso disolvente de las relaciones feudales, al potenciar la economía monetaria y el mundo urbano sobre el rural. Otros, como M. Dobb o R. Milton, hacen hincapié en las propias contradicciones internas del feudalismo: la lucha de clases entre campesinos y propietarios feudales, agudizada a partir de la crisis del siglo XIV. Esta postura minimiza el impacto del gran comercio medieval sobre la economía feudal, reduciéndolo a una actividad que buscaba exclusivamente satisfacer la demanda de productos de lujo de las clases aristocráticas, sin influir apenas sobre la organización económica.

En cualquier caso, el papel de los intercambios en la economía europea de comienzos de la Edad Moderna es innegable. Las posibilidades de enriquecimiento que deparaba el comercio impulsó la actividad mercantil, que se fue perfeccionando mediante nuevas técnicas e instrumentos.
Igualmente, la transformación de la economía medieval fue posible gracias a la acumulación de capitales procedentes de rentas rústicas y urbanas, a la recaudación y administración racional de los impuestos estatales y a la explotación de las minas de plata de Europa central, que aumentaron con rapidez la riqueza pública, la circulación monetaria y la demanda.

La necesidad de dinero como medio de pago estimuló, al mismo tiempo, la búsqueda de fuentes de aprovisionamiento de metales preciosos. En efecto, el capitalismo inicial se caracterizó por constituir una economía monetaria, en la que los intercambios jugaban un papel primordial. Ello lo alejaba del modelo feudal, de base exclusivamente agraria, tipo de economía basado en la autosuficiencia y en el que el comercio jugaba un papel muy limitado. Según algunos autores, en el plano social y mental el capitalismo vendría también caracterizado por la aparición de una clase social capitalista, la burguesía, que aplicaría actitudes y técnicas de racionalización al afán sin límites de ganancias.

A todos esos factores de expansión de la economía europea se unieron, desde comienzos del siglo XVI, los grandes descubrimientos geográficos auspiciados por los nuevos Estados, el crecimiento de los mercados, la ampliación de las fuentes de materias primas y la renovación de las técnicas de organización empresarial, de producción y de financiación, que no hicieron más que acelerar el proceso de formación del capitalismo inicial. Fue en este sentido que el capitalismo comercial dio lugar, por vez primera, a la aparición de una economía-mundo, en la cual los papeles quedaron claramente distribuidos bajo la denominada “dinámica colonial”: mientras el centro liberaba recursos para la industria y el comercio y evolucionaba hacia relaciones laborales formalmente libres, en las colonias se explotaba el trabajo indígena o se reclutaba mano de obra esclava. En Europa centro-oriental, se produjo  un nuevo reforzamiento del feudalismo,  ese fue el puesto que le tocó desempeñar en el nuevo sistema mundial (I. Wallerstein). El capitalismo inicial, por tanto, vehiculizo en su provecho sistemas periféricos de economía esclavista y feudal.

El desarrollo comercial no implicó un cambio total en muchas de las estructuras de la vida económica que aun tenia permanencias medievales, durante la Época Moderna, Europa siguió siendo substancialmente agraria y rural;  a comienzos de la Edad Moderna la agricultura constituía la principal fuente de producción económica y el sector mayoritario de ocupación de la población activa europea, seguido a gran distancia por la industria y el comercio. Estos últimos serían a la larga los agentes de un proceso profundo de transformación que movería los cimientos sobre los que se asentaba la organización económica del continente.

Mientras  la Europa preindustrial continuó siendo un continente predominantemente rural  las técnicas agrícolas, conservaron  las mismas características que el período anterior. Las técnicas agrarias experimentaron un escaso grado de evolución e innovación.  La necesidad de regenerar la capacidad productiva de la tierra para garantizar la continuidad de las cosechas se resolvía de forma simple mediante  soluciones elementales: sistemas de rotación,  barbecho, estiércol de origen animal (abono), etc.  Se verificó entonces la llamada ley de rendimientos decrecientes, según la cual la tierra producía cada vez menos, aun a costa de invertir cada vez más trabajo en beneficiarla. El reducido horizonte técnico de la agricultura del Antiguo Régimen condenaba a esta actividad a una casi absoluta dependencia respecto a las alternativas caprichosas de la meteorología, dando lugar a períodos de carestía y hambrunas.

Como contrapartida, la actividad industrial atravesó a comienzos del período moderno una fase de desarrollo, paralelo al relativo crecimiento del sector agrícola y al desarrollo mercantil. La evolución de la industria se benefició de un conjunto de estímulos derivados, en gran parte, de las condiciones generales de la coyuntura económica. Pero, a su vez,  los altos precios y la pobreza de la mayor parte de la población (sectores populares), implicaron un mercado de colocación de los productos industriales muy reducido: sector urbano de clase alta pudiente: Por otra parte, la persistencia medieval de la estructura gremial en la organización de las actividades industriales, basada en el trabajo artesanal y en el privilegio corporativo, obstaculizó el desarrollo productivo y de intercambio.  A todo esto debe sumársele los problemas de distribución que generaba la insuficiencia e inadecuación de los transportes, que encarecían los productos en los mercados finales e impedían en gran medida la articulación de redes de distribución que superasen los estrictos marcos locales.



Junto a este conjunto de dificultades, en la definición del modelo de evolución de la industria del siglo XVI se dieron una serie de importantes estímulos que provocaron la evolución posterior en formas nuevas de producción: el paulatino aumento de la demanda a impulsos del crecimiento demográfico; el incremento de las tasas de urbanización; el desarrollo comercial y financiero; la expansión colonial mediante la cual se crearon nuevos mercados para los productos industriales y  remesas de metales preciosos por intermedio de la Corona castellana que potenciaron la circulación monetaria y el dinamismo del mercado; y por último, el papel jugado por el Estado: consumidor. (demanda estatal, sobre todo industria de guerra o naval),  el proteccionismo ; estabilidad y uniformidad territorial introducido por el Estado frente a la antigua anarquía feudal representó una condición política para el desarrollo económico en general, en el que se incluye el desarrollo industrial.

Paralelamente al inicio de este “capitalismo comercial”,  las políticas de las nacientes Monarquías Nacionales estaban exigiendo, para lograr la mayor concentración de poder y de soberanía posible, sumas cuantiosísimas de dinero, es decir, recursos financieros para mantener ejércitos permanentes y burocracias, que no procedían de ingresos por impuestos, sino de empréstitos de particulares.  Nacen de esta manera desde finales del siglo XV - aunque lentamente- las economías nacionales vinculadas al poder de las Monarquías autoritarias. Como consecuencia de ello, la actitud del poder político frente a los problemas económicos tenderá a ser cada vez más proteccionista, reglamentista e intervencionista. O dicho de otra manera, la política no tuvo en adelante más objetivo que asegurar la supervivencia, el engrandecimiento y la prosperidad del Estado con relación a los demás Estados soberanos.  En una economía monetaria en desarrollo, el dinero se hizo cada vez más indiscutible como medio de poder: permitía levantar y mantener ejércitos, financiar guerras, sostener complejas burocracias y, en definitiva, costear ambiciosos programas de gobierno.

De este modo surge en la Inglaterra de Enrique Vlll, en la Francia de Luis Xll y de Francisco l y en la Castilla de los Reyes Católicos un conjunto de prácticas y de medidas económicas estatales encaminadas a fortalecer la soberanía nacional, denominadas historiográficamente "mercantilismo".

En realidad, las teorías que se formularon desde el siglo XVI ,  aunque sirvieron para elaborar las primeras políticas económicas de las Monarquías autoritarias, nunca constituyeron un cuerpo de doctrina que hiciera posible hablar de mercantilismo como tal. Existieron, eso sí, teóricos de muy diverso y, a veces, controvertido pensamiento que se preguntaron unánimemente de qué manera se podría enriquecer a las Monarquías o a los países y que explicaron durante decenios la conducta de los estadistas y les sirvieron de fundamento.

La historiografía del siglo pasado interpretó de manera simplificada el pensamiento de los tratadistas economistas de los siglos XVI y XVII,  consideró que aquéllos partían de una idea básica: la administración y la gestión de las finanzas públicas es similar en su funcionamiento y en su finalidad a la de un patrimonio privado, estimando que ningún Estado podía enriquecerse si no vendía a otro Estado más de lo que le compraba y que sólo una balanza comercial favorable podía impulsar la entrada en el país de metales preciosos, prueba irrefutable del enriquecimiento nacional. Finalmente, se interpretaba que, desde el punto de vista de las técnicas y prácticas económicas, estos tratadistas mercantilistas recomendaban a los Estados, para conseguir tales fines, un sistema de primas a la exportación y de altos obstáculos arancelarios a la importación, así como medidas de control de los movimientos monetarios. Sin embargo, sería inexacto reducir el pensamiento de los llamados mercantilistas a las cuestiones relativas al funcionamiento de una economía estatal. Además de tratar esos problemas, el pensamiento económico de los siglos XVI y XVII se ocupó también de examinar la naturaleza de la propiedad privada, las cargas impositivas, el socorro o la asistencia de los pobres, los transportes, el trabajo, la población, el precio del dinero, la usura y la banca, etc.


La lenta tarea de articular los estados modernos obligó a los monarcas absolutos a definir una política económica de Estado que superara la ineficaz atomización feudal. La conquista de los imperios transoceánicos, iniciada por Portugal y España  y seguida de inmediato por los Países Bajos, In­glaterra y Francia, obligó a centralizar esfuerzos y a coordinar acciones para aprovechar tan grandes riquezas, utilizando para ello un principio novedoso: la riqueza de un reino reside en sus reservas de metales preciosos, oro y plata. Para aumentarlas, era preciso conseguir una balanza de pagos favorable: es decir, vender mucho y comprar poco. Alcanzar tales metas conllevó una actuación en un triple frente: primero, industrialismo o potenciación de la producción del país, incluso a través del intervencionismo directo del Estado en la actividad manufacturera; segundo, proteccionismo contra la concurrencia extranjera en las cada vez más complejas redes del mercado; y tercero, nacionalismo para garantizar que los intereses particulares, tanto de empresarios y comerciantes, como de las diversas corporaciones locales, se fundieran, fueran solidarios, con los de la política estatal. Así, el mercantilismo económico, teorizado principalmente por Jean Baptiste Colbert, intendente de hacienda de Luis XIV reclamó una política de autoridad y seguridad y se convirtió en un poderoso agente de unificación nacional. Con todo, esta pretendida unidad de acción encontró uno de sus límites en el lento proceso de articulación de las cada vez más potentes burguesías de negocios que, ya desde finales del siglo XVII, hicieron prevalecer sus intereses y se opusieron al lastre del intervencionismo estatal.

EJERCICIOS
Enumera los factores que hicieron posible el desarrollo del comercio interno y externo en la Europa Moderna.

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